Entradas

Mostrando entradas de octubre, 2023

Los días

Aquí estoy. Otro día más. Otro día más en mi vida, en el que parece que quiera sentarme a escribir algo. Las teclas de mi portátil compiten con una taladradora del vecino. Ha pasado toda una mañana. En la que no pasa demasiado, en teoría. He leído poco, como de costumbre. Pero, por poco que sea, siempre hay algo bueno. Pongamos que vivimos en un día más. Un día más del resto del mundo, un mundo que, sin novedad, se cae a trozos. Las guerras se suceden, los crímenes, la indiferencia, y lo que tal vez sea lo peor de todo; la aparente paz de los barrios como este. Hay momentos en los que acepto mi papel, el de un pensionista que busca algo de sol sentado a un banco. No puedo decir que sea otra cosa sino eso. Un pensionista que ha madrugado demasiado. Y no tiene nada que hacer, y además teme, que no tenga siquiera posibilidad de hacerlo. El sexo se fue, el trabajo se fue, la pintura ahí está, pero yéndose, la música se fue, me queda esto, la escritura, y ni siquiera sé lo que quiero poner.

Bienestar

  Bienestar es un lugar maldito. Un televisor se encarga de recordárselo a Tomás cada noche. El televisor hace mucho esfuerzo por captar su atención y tratar de inculcarle algo que Tomás intuye pero no comprende. Entonces lo apaga. No le interesa cuándo llegarán las bombas, si es que llegan. Ha terminado de cenar y está solo. Se cepilla los dientes, toma cierta medicación y se acuesta en su cama donde tiene una ventana semiabierta. Piensa en el amor. Y desecha la idea. Es fácil cansarse en Bienestar. El frío no llega, permanece casi desnudo. Tan solo una imperceptible brisa se cuela. Ayer creyó haber intervenido de manera heróica en una pequeña disputa que comenzaba a calentarse en la calle. Justo a la altura de esa ventana. "Tranquilo", le dijo al joven. "Calma", le dijo al hombre. Y ambos se dispersaron. El joven acalorado y el hombre, un extrajero del norte, mansamente. Pero hoy no sucede nada en Bienestar, por mucho que diga la tele. Puede que en realidad tan so

El último sueño

  Nicolás pasará la noche solo. Otra más. Mientras la ciudad se repliega. Alguien le dijo, "Nicolás, te vas a morir solo". Tal vez fue un ángel. Tal vez una paloma. Es igual, Nicolás no escucha. Tiene ya 90 años, por lo menos. Y las únicas voces que le interesan ya son las de su imaginación. A los 35 perdió a su esposa. Un suicidio inesperado. Como suelen ser esas cosas. Ahora Nicolás simplemente se sienta en un banco y da de comer a las palomas. Y da los buenos días a algunas personas. Andar casi no puede, se sujeta a tientas con un bastón. Por eso lo más lejos que va es al banco de la esquina. Le traen comida los de servicios sociales, y un hortelano acude a verlo con hortalizas de su campo. Pero su estómago ya ha declinado prácticamente comer. Mañana es su gran día. Nicolás se desviste poco a poco como suele hacer siempre. Pero esta noche siente palpitaciones. Olvidó hacer algo, pero le importa poco. Una cosa más al lastre. Abre el cajón de la mesita. Toma sus pastillas co

El borracho

  El borracho aparece cada día a las puertas del bar. Me gustaría poder calmar su sed hambrienta. Decirle vámonos a dar una vuelta y despégate de esa mierda. Pero le invito a una copa. Supongo que no estoy aquí para ayudar a nadie. Si alguien puede hacerlo tal vez se deba a un hecho fortuito. Comenta la misma jugada una y otra vez. Se le ve con esa clase de ansiedad desesperada. Y lo más aciago es que cree poder con ello. Tal vez pueda, pero tal vez no. Tal vez, de poder, nunca vuelva a ser el mismo, y un halo de tristeza se instaure en él para siempre. Hay muchas maneras de perder, pero la reinserción social es la peor de ellas. ¿Quién puede querer estar dentro de esta sociedad? Solo los que están. Y porque temen el otro lado. Pienso en su hígado. Cómo puede acabar de seguir así. Cuál es el límite. Hasta dónde ha de llegar. Empieza con whisky la mañana. Y no sé cuando acaba, porque yo me marcho dejándolo con su fatalidad. Ay pobre amigo... La vida te dio la espalda, o te cogió de espa

Sexo

  El sexo es un asunto turbio. La mayoría de mujeres creen que su coño es de oro, se deben a un tipo de seducción, enseguida ponen cortapisas, extraen conclusiones instantáneamente, lo llaman selectividad, pero luego acaban con cualquier gilipollas, o se casan, o ellas son ese gilipollas. Y de los hombres qué decir, adoran ese coño como si realmente fuese de oro, lo persiguen, se embriagan, algunos incluso viven en el largo rodeo que lleva a conquistar una mujer, y cuando la tienen, se casan, o pasan a la siguiente, o ambas cosas. En realidad no hay ningún estereotipo claro en esto. El caso es que todos queremos follar. Solo que ellas parecen tenerlo más claro. Pensemos en la sexualidad en sí, la erotización de ellas es más prolongada, tardan más en excitarse, o lo hacen de súbito, aunque necesitan conectar, no vale cualquier polla bambante, que en realidad valdría, pero hay un contratiempo, y es eso que llaman afecto. La ternura es la verdadera clave de la seducción, más allá de la po