Bienestar

 Bienestar es un lugar maldito. Un televisor se encarga de recordárselo a Tomás cada noche. El televisor hace mucho esfuerzo por captar su atención y tratar de inculcarle algo que Tomás intuye pero no comprende. Entonces lo apaga. No le interesa cuándo llegarán las bombas, si es que llegan. Ha terminado de cenar y está solo. Se cepilla los dientes, toma cierta medicación y se acuesta en su cama donde tiene una ventana semiabierta. Piensa en el amor. Y desecha la idea. Es fácil cansarse en Bienestar. El frío no llega, permanece casi desnudo. Tan solo una imperceptible brisa se cuela. Ayer creyó haber intervenido de manera heróica en una pequeña disputa que comenzaba a calentarse en la calle. Justo a la altura de esa ventana. "Tranquilo", le dijo al joven. "Calma", le dijo al hombre. Y ambos se dispersaron. El joven acalorado y el hombre, un extrajero del norte, mansamente. Pero hoy no sucede nada en Bienestar, por mucho que diga la tele. Puede que en realidad tan solo se trate de una noche más. Que la ausencia de rumbo sea el detonante. Enciende un cigarro. Su perro mastica el pienso que tiene en su bandeja del comedor. Eso es lo que se oye. Y vehículos, y algunas voces, y medias charlas de parejas que pasan distendidamente, palabras de las cuales solo alcanza Tomás a formar vagos prejuicios. Nadie lo reclama. A nadie echa en falta. La vida de Tomás en Bienestar se ha convertido en un vacío absoluto. Ya ni siquiera trata de masturbarse. Las mujeres lo han declinado. Colegas tiene algunos, pero cada uno está en su propio Bienestar. Como digo, un lugar maldito. Donde entras triunfante y a los 3 o 4 años te liquidan. Educación, muros, autoridad... todo eso. Todo eso tan necesario para vivir en Bienestar. Por fortuna Tomás no trabaja. Cogió hará seis años una enfermedad autoinmune y lo eximieron. Pero se encuentra bien. Si no fuera por este lugar. Donde los pasos de un desconocido lo ponen alerta. Aunque nada pasará en Bienestar reina la incertidumbre. Porque ya lo augura ese televisor al tiempo que te vende sonrisas disuasorias. Solo hay una forma de salir de Bienestar. Tomás no la conoce. Porque no ha llegado su hora simplemente.

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