Sexo

 El sexo es un asunto turbio. La mayoría de mujeres creen que su coño es de oro, se deben a un tipo de seducción, enseguida ponen cortapisas, extraen conclusiones instantáneamente, lo llaman selectividad, pero luego acaban con cualquier gilipollas, o se casan, o ellas son ese gilipollas. Y de los hombres qué decir, adoran ese coño como si realmente fuese de oro, lo persiguen, se embriagan, algunos incluso viven en el largo rodeo que lleva a conquistar una mujer, y cuando la tienen, se casan, o pasan a la siguiente, o ambas cosas. En realidad no hay ningún estereotipo claro en esto. El caso es que todos queremos follar. Solo que ellas parecen tenerlo más claro. Pensemos en la sexualidad en sí, la erotización de ellas es más prolongada, tardan más en excitarse, o lo hacen de súbito, aunque necesitan conectar, no vale cualquier polla bambante, que en realidad valdría, pero hay un contratiempo, y es eso que llaman afecto. La ternura es la verdadera clave de la seducción, más allá de la potencia sexual, que está bien, pero cuando todo termina, o comienza, la persona es quien está o te lleva a ello. Yo hace mucho que no follo, y aunque lo estimo, me da igual. No me sirve cualquier engreída despampanante, no me sirve la zorra del condado, no me sirven las estúpidas dicharacheras, me serviría solo una que fuese capaz de ir más lejos. Donde ni yo pudiese alcanzar. Sin reservas, sin cortapisas. Vernos y zas. Y hacerle diez hijos. Y caminar por la senda de lo irracional sin tregua. Quizá fantaseo. Quizá me baste alguien que me achuche un poco después de hacerlo. Y que no me cobre más que la vida. No, en serio. Sería genial tener alguien al lado pero también podría ser la muerte. Conocí una vez a una chica sin piernas por la red, ella hacía shows para clientes pero nunca mostraba sus muñones. Unas tetas deliciosas, bella, y muy cachonda. A mí iban a operarme también de una pierna y me trasladaba en silla de ruedas, no fue hasta que se lo confesé que ella me reveló su desgracia. La animé mucho, necesitaba comprarse una silla nueva y empezó con aquello. Recuerdo que una vez me disculpé por algo relacionado con el sexo que tal vez le dije. "No te preocupes", respondió ella, "es algo lindo". Ya estaba, era inocente. No veía en ello nada malo. Guarreábamos como la virgen, cerdadas descomunales, y ella no solo se ponía frenética, sino que además, lo convertía en algo puro. En fin... Perdimos el contacto, yo supe que no podía hacer nada por ella, vivía demasiado lejos. Ella habría estado bien.

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