Sin título
I La desesperación ayuda a escribir. O puede que sea la escritura la que ayuda a la desesperación. De cualquier modo no queda nada de ella en mí. Y creo que las mejores cosas las hice cuando estaba sujeto a la misma. No sé qué saldrá de aquí pero debo intentarlo porque ayer volví de unas vacaciones y aún estoy tratando de digerirlo. Empezaré por el principio. Como digo, no hay desesperación aquí, que entre medicamentos, soledad y paciencia infinita parece que haya muerto, pero sí un compromiso idiota algo vanidoso que me lleva a querer contarlo todo. Es mi voz contra el mundo, lo único que me queda para mis adentros y tal vez también lo único que creo saber hacer. A Hugo y a Fran los conocí en la misma época. Hará cosa de un año o año y medio. Ellos eran amigos de un tercero, Tino, una especie de gurú de barrio en el que confluíamos todos. Tino no profesaba nada, simplemente tenía esa especie de carácter imantado que nos atraía a todos por su desparpajo y peculiaridad.