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Mostrando entradas de marzo, 2023

Pacto de sangre

  Nelson la conoció un día a través de una pantalla. Las letras volaban, el tiempo se escabullía lejano al compás de estos dos corazones en pleno despertar. Ella se apresuró; -coge una aguja, vamos-. –Qué? Una aguja?-. –Sí, pínchate con ella el dedo índice y pégalo al monitor-. –Pero qué dices?-. –Vamos yo ya lo estoy haciendo-. Nelson se sobrecogió un poco, le parecía una locura, pero al fin y al cabo sólo se trataba de un ligero pinchazo. Lo hizo, ambos lo hicieron, y ahí quedó ese rastro. Sin él saber a qué se debía ese azoramiento habían trazado un pacto de sangre, aunque virtual fuese. Nelson se crio en las montañas, con el olor a leche pura extraída de la vaca que su madre le servía cada mañana. Su madre era una mujer recia y autoritaria que se ocupaba de prácticamente todos los animales de corral mientras su padre vagaba por los prados en largas jornadas conduciendo a un puñado de ovejas. Nelson bajó a la ciudad tras terminar la secundaria para ir a la universidad. Allí empezó

Aquella historia del Arabesco

Nos dirigíamos yo y tres amigos a la discoteca que por aquel entonces llevaba este nombre. Éramos adolescentes, sólo uno de ellos tenía coche, un Ford Scort granate de los noventa, y de su padre. La idea era la habitual para unos chavales de esa edad, pasar la noche en esta macro discoteca valenciana y ver qué se cuece. Pero por azares del destino decidimos aparcar a las inmediaciones de la urbanización colindante, supongo que para privar un poco y hacernos los porretes. Había un tipo allí, extraño, al umbral de las farolas en la noche. Supongo que nos vio salir del coche y nosotros no lo divisamos bien hasta que ya estábamos metidos en materia. Entonces se marchó, calle arriba. Las risas empezaban a hacerse notorias entre nosotros que teníamos la jovialidad sincera y distinguida que cabe esperar, íbamos de fiesta, todo estaba bien, éramos unos pollos distraídos pero entonces volvió. Su atuendo era grotesco en cierto modo. Portaba un pañuelo de “pirata” anudado a la cabeza. Unos pantal

Un buen lugar

"Éste no es uno de los mejores lugares para vivir...", intentaba escribir hoy. Y luego se me ocurrían pocos factores que determinaran la conclusión del escrito. Supongo que todo viene a continuación de lo que sucedió anoche. Lo cual no es mucho, pero la sensación ahí está. Sobre las 4 de la madrugada decidí salir a la calle en dirección a unas máquinas expendedoras para tomar algo sentado en algún banco. La primera impresión nada más salir fue de turbiedad. El tiempo ha cambiado radicalmente y ahora corre un aire seco y caliente. En el trayecto veo que hay un coche detenido en mitad de la calle por donde he de ir, y baja una chica de él dirigiéndose hacia un portal. Ella va muy distendida, su pareja seguramente, es el que aguarda en el vehículo esperando que ella acceda. Es entonces cuando yo me siento sospechoso y guardo suma cautela al cruzarme con ella, separándome de su recorrido. Son más de las 4 de la noche, se supone que nadie debe haber, y al parecer, el sentimiento

Manuel

El hombre del que nadie escribirá. Y probablemente ni hablará, salvo para referir eso, que ha muerto. Me levanto pasadas las 2 del medio día, ayer me enfrenté después de mucho tiempo al lienzo en blanco. Escribí algo en la noche, nada, morralla. Y me levanto pensando que esto no puede ser, si quiero trabajar ese cuadro deberé madrugar, pues es en esas primeras horas cuando, a parte de haber mayor luz natural, estoy completamente solo en casa. Tengo algunos mensajes en mi móvil, de familiares sobre todo que me felicitan ante el esbozo de la obra que estoy tratando de realizar tras haberla compartido en un estado de WhatsApp. Y varios de mi madre. Se preocupa por el viejo perro, que anoche yo pronuncié las temidas palabras: "hay que sacrificarlo". Ya que de súbito, dejó de andar. Sus patas traseras están hechas un fiasco, siempre adoleció de ellas un poco, pero al parecer hoy, con la misma prontitud con que dejó de hacerlo, ha vuelto a erguirse para retomar su tortuoso caminar