Otro sueño de una noche de verano
Me desperté llorando aquella mañana.
Fue como una reacción a la realidad. Había sido demasiado hermoso aquel sueño.
Y la chica que estaba a mi lado no comprendía nada. Mientras los restos
fragmentados de aquellas imágenes aún se guardaban en mí, solo atinaba a
responderle, "porque ha sido muy bonito". A ella sinceramente no
parecía entusiasmarle la idea. Puede que hasta yo le resultase pueril. Habíamos
viajado juntos a aquel lugar y compartíamos
sobre un colchón tendido en el suelo aquella habitación. Nos encontrábamos
en Irlanda. En un pueblo de la parte independiente, creo. Y creo que a ella yo
de algún modo la quería, como podía quererla por aquel entonces, pero incluso
habiéndola querido mejor, si me hubiesen preguntado qué quería más, yo habría
respondido aquel sueño.
No se puede explicar muy bien la
sensación, no descriptivamente al menos, tan solo recuerdo ya que era yo,
ascendiendo a una especie de templo dorado de la mano de una mujer
indeterminada y nuestro retoño. No sé si fue la cumbre, el estar en semejante lugar,
el calor que entonces yo gozaba de ella sobre mí, el anhelo persistente de
alcanzar la gloria en el amor, todo aquel pasado mío desastroso, y el hallar un
hueco por donde al fin respirar en paz. Tal vez todo ello junto influyó en
aquel sueño que se me revelaba como un viaje impetuoso hasta la luz del
amanecer. Y en el que tras él, yo lloré como un bebé. No importa. Han pasado ya
15 años. No encontré aquella gloria. Ahora estoy solo. Y los desastres se han
seguido sucediendo. Ahora ya no, ahora ya hace tiempo que vivo tranquilo. Tener
un gran sueño es cosa mala por si se cumple. Eso dicen. A veces tan solo creo
que necesito algo. Casi cada noche. Algo así como unas caricias. O al menos que
me iría bien. Y casi cada noche también aparece una mujer distinta en mis
sueños. Aquella chica es la última que recuerdo en ellos. De algún modo siento
que mi cuerpo se hace piedra. Que se endurece. Que solamente el hechizo
oportuno, los dedos milagrosos, los labios sinceros, cual fábula de cuento de
hadas, podrían devolverle la piel. Que aunque uno nunca se acostumbra del todo
a nada, yo me estoy convirtiendo en un ser impenetrable. Y la vida pasa. Y
nuevos sueños formidables se abren camino, aunque ya no tan memorables. Y ya no
tengo ganas de buscar a nadie. He echado el cierre. Me he atado las cadenas. Y
sin embargo, siento que soy más libre que nunca. Que ya no es una cuestión de
cuerpo o de viajes, que simplemente me desprendí del caos, y ese era un gran
lastre. Tengo por escribir esta historia completa. Pero no lo haré ahora. De
momento solo decir, que si hay algo que puede vencer a la muerte, que puede
potenciar la vida y a lo que la misma esté sujeta, quizás, sean los sueños
simplemente. No se eligen. Está claro. O quizás sí, quién sabe…
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