Mientras llega el amanecer


Cervantes escribió en una celda. Con su cirio. Al menos eso cuentan. Que era manco y esas cosas. Esto se ve romántico porque es Cervantes, y de ahí salió El Quijote. O al menos eso cuentan. Pero yo escribí en el manicomio un libro con ilustraciones y poemas y allí las enfermeras me miraban entre condescendientes y burlonas, "él se sienta ahí y escribe... eso hace", decían a los familiares ajenos que acudían. El resultado son solo unas cuantas hojas llenas de garabatos que solo para mí podrían tener el mínimo interés. Esto fue en mi segunda reclusión. La siguiente, pasados unos años, traté de hacer lo mismo, defenderme de todo aquello con un bic y un cacho de papel. Pero no funcionó. Aun así pude terminar una historieta un tanto extraña que había comenzado. Y la terminé de un modo completamente disparejo. Los psiquiátricos tenían eso. Te cambiaban por completo. Pero no en un sentido sanador. Simplemente uno caía en la cuenta de hasta dónde había llegado a parar. Que incluso por encima de la cárcel aquel era el reducto último de la sociedad. Lo más limítrofe. Lo más sumergido. Y así, se convertía en lo más doloroso. Uno ya no era un ser humano. Era tan solo un caso. 


Pero bien, al salir se repetía siempre el mismo proceso. Todo en lo que uno creía se desvanecía, y por esa parte bien, porque uno había llegado a creer cosas realmente extravagantes. Ya saben, molinos de viento. Pero también se desvanecía así su amor propio, su carácter, su persona. A día de hoy pienso que la medicación es el mal menor, el daño verdadero es más bien psicológico. Es una ciencia terrible la que se desempeña en esos lugares. Y cuando estás allí lo ves, joder, si es que es cierto, están todos locos. ¿Pero cómo son esos doctores? ¿Y esas enfermeras? Codeándose con la tragedia como si ésta estuviese ausente. Siempre hay excepciones. La locura es un asunto arduo. Nadie está exento de ella. Y cuando te la ponen enfrente, los llamados profesionales, lo único que hacen es evadirla, como el resto de mortales. Aunque lo suyo tiene más delito porque eligieron eso como profesión. El mundo es así, necesitamos fronteras, límites que establecer, necesitamos gente amparada en una disciplina que los establezca. Y así, sin saber muy bien lo que vamos haciendo, aparecen en la sociedad esos lugares, los manicomios, donde terminan las almas más frágiles, por haber sucumbido básicamente al pecado de la civilización.


Enciende tu televisor, mira tu móvil, escucha a la gente por la calle, todo son disparates. Y todos están subidos a ese carro. Hay verdaderamente pocas personas libres. Yo no conocí ninguna. Unos están machacados, otros son escoria, otros solo simples, la vanidad es un instinto, eso lo sé, pero no es solo eso lo que nos entorpece. Ni siquiera sé lo que es. Pienso en muchos y en el recuerdo todos merecen misericordia. No vengo a juzgar. Solo digo cómo están las cosas. Algo se apodera de nosotros a cada jornada. Y la maquinaria sigue girando. Como esos molinos de los que hablaba Cervantes.


Aquí afortunadamente pronto amanecerá. No sé qué hemos hecho del ciclo de la vida. Del horizonte. De nuestros sueños y las estrellas. No sé en qué pozo nos hemos metido todos. Mientras las criaturas nacen abocadas a un lugar como este. Creo que aun con todo algo dentro de nosotros prevacele. Un espíritu. Que hay un contrapunto de bondad en todos los seres. Cuando una ancianita se cae por la calle, o yo qué sé. Algo que en un momento determinado nos invita a la reflexión. Porque la bondad es un acto puramente reflexivo. Y en nosotros está. Aunque sea por instantes. El detenernos. Mirar hacia dentro. Aunque duela. Y seguir nuestro camino. Aunque nada nos interese ya.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La vida

Interferencias

Sábanas a la intemperie