Pasajes en vilo

Ni una sola alegría. Los días se suceden y no hay en ellos ni eso. Sí, he recibido elogios por esto o por aquello, los recibí, pero fútiles, nadie espera al otro lado. La chica con la que he empezado a hablar se escabulle cada dos por tres no dejando lugar a ningún tipo de progreso, y hasta hace dos días hablaba de su novio, mal, pero hablaba. Ahora ya dice ex pareja. Qué modoso suena eso, ex pareja. Como seres plenamente civilizados. Y el caso es que vive con él, y ella está sin curro, y a mí me vuela la imaginación, la imaginación altruista. Que si ofrecerle una habitación aquí... temporal... para librarla en parte al menos de su difícil situación... En fin, ya le propuse montar en el transiberiano, su sueño, y lo tomó a guasa, o no quiso, y menos mal. Porque se lo dije en serio. Y luego está la otra, la que fuma coca en base, la barriobajera que te ve por la calle y te aborda y solo huele a problemas. Que si nos tomábamos algo, me decía. Y es que hay que ver qué mala pata tengo yo con las mujeres... Y los días pasan, tampoco encuentro ningún paradero para mis textos, ni lo busco, claro. Pero es que ni una sola alegría, desde hace años ya. En forma de editorial estaría bien, en forma de mujer también. En forma de niño que corre y me abraza también, pero mi sobrino el otro día se despidió de mí llamándome tonto. Y pienso que este es el único goce verdadero que tengo, contar mis monserguitas. Y vivir muy a pesar de todo.

 

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La cita

 

No sé a qué es debido. Quería hablar de la oscuridad y he terminado hablando de amor y estrellitas. He sentido que era prescindible todo lo escrito y así he hecho, prescindir de ello. Hoy he estado inánime. Sin embargo muy resuelto disertando por chat con ella. Ya hemos quedado. Tengo oficialmente una cita. Es culta, se escucha dulce, comprensiva, en las dos fotos que he visto se ve bien. No sé lo que pasará, yo sigo atolondrado, con unos días que me veo capaz y otros que ni por asomo. Ahora me viene lo de esta poesía. Ridícula. En fin, las cosas que se piensan por avanzadilla supongo. Que si ya tengo edad, que tal vez, que por qué no... No lo sé. La verdad es que creo ser esa clase de sujeto que se deja llevar. Como una hoja en otoño o el polen en primavera. Como los peces por las corrientes, como una abuela en un carrito, qué sé yo. Hace mucho que no tengo una cita. Y las citas de algún modo me enferman. Palidezco. Son como hacer funambulismo para cruzar un precipicio. Las primeras citas sobre todo. Donde el objetivo del beso se ve lejano. Donde éste no existe siquiera a priori. Y sobre todo eso del beso. ¿Cómo se hace? ¿Cómo se inventa? ¿En qué momento los cuerpos instintivamente aceptan? Es siempre una incógnita. Y ese tipo de incógnitas me revuelven el estómago. Lo más lógico es que nada suceda. Estoy acostumbrado a perder. Estoy en fase derrotista cien por cien. Y es inevitable compararla con un sueño. Donde quien prevalece es el sueño. Tan acostumbrado a la soledad estás, amigo. Si no sales de ella, creo que lo podrás superar.

 

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Mi cita de hoy se anuló anoche. Me dijo que hoy era su día de ayuno y prefería no tomar nada. Me ofrecía así acompañarla en su paseo matutino, como alternativa. Le dije que estaba borracho. Me pilló así. Y no sabría a qué hora me despertaría.

 

No ha dado tiempo a conjeturar ninguna clase de sospechas. Ella tenía ayuno y yo estaba borracho, no hay más. A excepción de esos incisos no hablamos desde hace dos días, cuando pasamos parte de la tarde haciéndolo y se estableció dicha cita. Tampoco quiso darme su número al final, fue todo a través de la aplicación. En la que yo tengo activada la campanita y me temo que ella no. Tal vez si hubiésemos podido establecer comunicación el asunto se hubiese enmendado. Pero ahora todo ha quedado como la que ayuna y el borracho.

 

El tiempo dirá. Sin peros. Si ha de ser será, si por contra un contratiempo así desbarata un posible romance casi mejor que nunca llegue. He vivido eso, conexiones que hay que alimentar cada día. Y ni aun así. Me pregunto a dónde voy. Si está bien quedarse como el tipo solitario del barrio que sale de vez en cuando de su casa a hacerse un café. Donde no hay oportunidad de más. Si la vida me depara algo. Y de no ser así, si hay algún inconveniente en ello.

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