Sin desconexión

El verano se extiende. Ya no queda magia alguna en él, ni el misterio impaciente de la juventud donde cada paso era como un acercamiento a algo extraordinario. En parte es porque me he hecho mayor y solitario y la vida tiende a ser así en su conjunto. Gozo de un baño en la piscina, duermo entre el sopor por mucho tiempo, y como provisto de algo refrescante a cualquier hora; pero no, ya no hay aventura ni estrellas que descubrir en la noche tras los matorrales. La luna puede ser todo lo grandiosa que guste, que a parte, no hay una mano amiga cercana a la mía a la que susurrarle. Sí, me hice mayor, y es calma lo que preciso más allá de embriaguez.



Primero de todo decir, que creo en el amor. Pero es una baza de la juventud a la que adherirse como una corriente fulgurante en el amanecer que se va dispersando hasta que queda de ella poco más que un remanso. Y yo ya jugué demasiado a hundir los barcos. En mi páramo se quedó un mar desierto, en mis sueños unas caricias inciertas, y a mi vera una soledad que no es más que eso. Oh, sí; el verano... Tiempo de ensalzamiento, de travesías para la memoria, desinhibición y éxtasis. Cómo han cambiado las cosas... Mientras este ventilador me seca los ojos evoco una realidad muy distinta en el sofoco de las calles. El calor del asfalto enardece el espíritu humano y aplaca las conciencias más si cabe. El elenco de jóvenes embrutecidos es desalentador. Los ancianos arrastran sus pasos con decrepitud, la gente humilde que se queda en el barrio lucen sus rostros fatigados acentuados por los brillos del sudor, una fiesta amenaza de nuevo, incluso los niños se observan como colibríes enjaulados piando hasta la extenuación en su mundo de colores. Y las guerras siguen, y la política llama a filas a sus nuevos dirigentes, cada vez más infames. Claro que creo que en el amor, pero qué importa en un mundo en el que bastan unos pocos grados de más para revelar esto. Por eso digo, me hice mayor. Y aunque albergo en mi interior la posibilidad de conocer a alguien, de que sea posible un intercambio de pareceres tal que me revele secretos de mí que desconozco, cálidos y formidables; esto es tan remoto, que contemplarlo deviene en una simple estupidez.



El verano se extiende, y pronto comenzará a reducirse, y volverán los sollozos que hoy jadean supurantes a invadir día tras día la vida desde sus cimientos. Y volverán todos ellos, de sus vacaciones, a lamentar sus vidas, a adorar estrellas mediáticas, a emborracharse los fines de semana, a tocar el claxon por las mañanas, a seguir engendrando vidas inocentes que habrán de suplir la herencia de sus miserias. Así están las cosas. Yo por mi parte también volveré, con la única salvedad de que nunca terminé de irme. Mi guerra está al margen.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin título

Hombre en precipicio

Amor a crédito