Salud, dinero y amor

Me presento. Soy un hombre sin poder adquisitivo. No quiere decir que no tenga dinero, de hecho, tengo, y el suficiente. Pero sencillamente no puedo manejarlo, así es, no estoy autorizado a manejar dinero. Esto tampoco significa que tenga que venir mi tutor detrás, cada vez que realizo un pago, pero sí significa que para adquirir dicho dinero debo recurrir a él, en este caso ella, ya que es mi madre. Y qué es un hombre con pero sin dinero hoy en día? Qué es uno cuando le han negado el suficiente raciocinio para sumar dos y dos? Ya que en algo así consistió la prueba del forense que me vio antes de enfrentarme a aquel pésimo juicio en el que no disponía ni de abogado. Es cierto, ante su cuestión, no supe responder algo así como cuánto eran dos y dos. Con la salvedad de que las cifras de aquel problema eran mucho mayores, y en tales circunstancias, hasta un erudito se habría confundido. El caso es que mi informe ya estaba redactado, todo se haría según el procedimiento establecido, y aquel proceso sólo fue una forma más de torturar al sujeto, o bien dándole esperanzas o bien sometiéndolo a un interrogatorio indigno, porque, por qué diantres debía yo exponer la causa de mis gastos a incluso diez años vista? Nadie sabría decir en qué gastó la cantidad de cierto extracto que sacó un día hace tanto tiempo. El problema, es que según los doctores, esta dinámica se repetía coincidiendo con los periodos en que yo acababa recluido. Como si no importase nada más en la vida, como si las razones que yo hubiera podido tener estuviesen sujetas a una arbitrariedad psicótica y nada más. Pues bien, admitamos que enloquecí. Y que el dinero nunca me importó, que antepuse mis sueños a su supuesto valor, y que además nunca los alcancé, pues fue todo por amor. A mi juicio, este elemento de la historia, el dinero, era el más insignificante de todos cuantos se dieron. Pero al parecer no, al parecer debes pasar factura cuando te capturan, y básicamente, ellos deben saldar las cuentas con su oficio de curadores tomando una determinación u otra. Yo no le caía bien a ese doctor, es así de simple, y alertó a mis padres de que posiblemente yo acabaría recluido en una institución mental de por vida. Cuando tales advertencias recaen así sobre ti es difícil hasta continuar escribiendo esto. Pero al fin y al cabo sí que tuvo razón en algo, en aquel momento yo estaba siendo víctima de una estafa.
En ese momento no es que no quieras ver, es que ya te han jodido demasiadas veces, no hay dirección hacia donde mirar porque en ese lugar se detiene el tiempo, pretenden que descubras la realidad fiándote exclusivamente de sus declaraciones al respecto, y no voy a ahondar en las maneras con las que acabas allí, pero desde luego no son halagüeñas. Es como si el verdugo le susurrase al condenado, "tranquilo, que lo voy a hacer sin que te duela". Lo único que hay allí es pánico cuando cruzas el umbral. Y no lo entienden, jamás lo entenderán. Son el último eslabón de la decadencia humana. Y allí me encontraba yo, con mi certeza de amor, así me encontré dos episodios anteriores, por la misma mujer a la que jamás pude ver; pero esta vez sí, se trataba de algo irreal. Que yo quería creer, que tal vez tenía necesidad de ello, aunque fuese para desquitarme de aquel nombre. Y lo llevé hasta sus últimas consecuencias, nuevamente.
En fin, no sé si acabaré recuperando mi poder adquisitivo, como lo he empezado llamando. Quizás haya que demostrar algo, y yo no sé lo que es, ni tengo temple ni suficiente locuacidad para conseguirlo. No creo que deba luchar por ello, pues lo considero un derecho inalienable. Y si hay gente que está jodida de verdad, y realmente no son capaces de sumar dos y dos, pues hombre, eso es otra cuestión, pero por favor, a mí que no me miren.

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