Un buen lugar

"Éste no es uno de los mejores lugares para vivir...", intentaba escribir hoy. Y luego se me ocurrían pocos factores que determinaran la conclusión del escrito. Supongo que todo viene a continuación de lo que sucedió anoche. Lo cual no es mucho, pero la sensación ahí está. Sobre las 4 de la madrugada decidí salir a la calle en dirección a unas máquinas expendedoras para tomar algo sentado en algún banco. La primera impresión nada más salir fue de turbiedad. El tiempo ha cambiado radicalmente y ahora corre un aire seco y caliente. En el trayecto veo que hay un coche detenido en mitad de la calle por donde he de ir, y baja una chica de él dirigiéndose hacia un portal. Ella va muy distendida, su pareja seguramente, es el que aguarda en el vehículo esperando que ella acceda. Es entonces cuando yo me siento sospechoso y guardo suma cautela al cruzarme con ella, separándome de su recorrido. Son más de las 4 de la noche, se supone que nadie debe haber, y al parecer, el sentimiento de desconfianza se acrecienta en la nocturnidad de las ciudades. Eso ya es un síntoma para lo que quiero escribir. La noche, que debería ser pacífica, se torna gris y sombría en el exterior, tras los muros tras los que descansamos. Cuando por fin obtengo mi aperitivo y me siento en dicho banco (el camión de la basura, a todo esto, acaba de marcharse) ya no sé si el instinto o la paranoia me avisan de que mantenga la alerta; primero puede aparecer la policía, lo que a priori no debería suponer inconveniente alguno, siendo realistas, no es un buen augurio. Y segundo, advierto de súbito un tipo medianamente lejano que se ha puesto a zarandear un artilugio contra el suelo, parece un patinete de esos pero no puedo estar seguro porque voy sin las gafas, y lo desmenuza y lo rompe a trompadas cerca de un parque infantil en el mismo paseo donde yo permanezco. Por fortuna me parece ver que el tipo toma la dirección contraria mientras se aleja. Pero cuando estoy terminando de comer, otro nuevo aspaviento. Veo a un chaval merodeando por las persianas de enfrente que se desliza entre unos pilares como si fuese a acceder a una de las fincas sólo que en esa altura no hay ningún portal. Es hora de irse, me digo a mí mismo. Asocio y deduzco que el chaval es el mismo de los golpes anteriores sin que yo lo haya visto acercarse, así que poco me importa, el aperitivo no me lo he tomado a gusto, decido levantarme y emprender la dirección hacia mi casa. Seguramente ese chaval necesitaba más ayuda que yo. Daba la impresión de estar desvalido. Pero como digo, es mejor no adentrarse demasiado en la noche ya que los vericuetos a los que te puede llevar son inciertos. Yo ya no puedo correr, ya no me puedo pelear para defenderme, esto no será muy importante, pero es una desventaja con la que uno ha de contar si se lanza a la aventura. Mientras vuelvo por la anterior calle observo que otro coche se detiene también, pero atrás del todo; no me parece normal tanta concurrencia a esas horas, y cuando paso por el portal al que accedió la chica anteriormente, veo que ha dejado la puerta abierta de par en par. Entonces pienso algo así como que quizás soy yo el que ve peligro donde no lo hay. O quizás, la ciudad esté muerta ya.

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