Pacto de sangre

 Nelson la conoció un día a través de una pantalla. Las letras volaban, el tiempo se escabullía lejano al compás de estos dos corazones en pleno despertar. Ella se apresuró; -coge una aguja, vamos-. –Qué? Una aguja?-. –Sí, pínchate con ella el dedo índice y pégalo al monitor-. –Pero qué dices?-. –Vamos yo ya lo estoy haciendo-. Nelson se sobrecogió un poco, le parecía una locura, pero al fin y al cabo sólo se trataba de un ligero pinchazo. Lo hizo, ambos lo hicieron, y ahí quedó ese rastro. Sin él saber a qué se debía ese azoramiento habían trazado un pacto de sangre, aunque virtual fuese.

Nelson se crio en las montañas, con el olor a leche pura extraída de la vaca que su madre le servía cada mañana. Su madre era una mujer recia y autoritaria que se ocupaba de prácticamente todos los animales de corral mientras su padre vagaba por los prados en largas jornadas conduciendo a un puñado de ovejas. Nelson bajó a la ciudad tras terminar la secundaria para ir a la universidad. Allí empezó a sumergirse en la literatura más pesada. Pero a Nelson no le fueron bien las cosas. Se recluyó en su habitación minúscula. Lloraba por las noches, sin dormir, se asfixiaba en su propio llanto. Un llanto que era mudo y a la par ensordecedor. Empezó a escribir también. En octavillas. Buscándose a sí mismo, tratando de entender la vida, su vida, su persona y sus circunstancias. Las cuales sobrevolaba sumiéndose en un pozo de ira y amargor. No conectaba con nadie, su rubor se extremaba en demasía ante la presencia femenina. Él creía ser artista, pero el peso inercial de sus obligaciones lo empujaban por una corriente turbulenta entre rocas y peñascos al tiempo que se iba ahogando.

Abandonó sus estudios. Volvió con sus padres a las montañas donde fue recibido con una hosquedad fría. Él había elegido la ciudad, él había renunciado a las labores de una vida práctica en busca de quién sabe qué. Sin duda se sentía culpable. Su fracaso, su noción al respecto de sí mismo en la gran sociedad. El miedo le invadió. ¿Quién era él? ¿Por qué sencillamente era incapaz de ser mínimamente feliz? ¿Por qué esa parquedad en su ánimo? ¿Por qué tantos porqués? Cuestiones que simplemente hacia sus padres obviaba dirigir. Según él cada uno tenía lo suyo, todos nos devaneábamos en una búsqueda eterna de la identidad. Y eso era la vida, caminar a ciegas, buscando atisbos de luz por los que se filtrase algo que ayudase a seguir caminando. Pero cuando abrió su ordenador y la encontró a ella; su vida ya se había asentado nuevamente entre los pastos y animales. Y aquel pavor fue de extremo asombro. Como digo, nunca pudieron verse. Nelson se quedó sin poder adquisitivo tras varios intentos. Esto le hizo protagonizar algunos conflictos virulentos con sus padres que se negaban a darle más para tal empresa. ¿Qué pasó con ella? Se sabe que viajó alejándose aún más de él. ¿Qué pasó con él? Se sabe que vive solo en algún lugar recóndito de las montañas.

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