El pito

"A mí la moral de la Humanidad me la trae floja. Como a todo el mundo, por cierto"


Louis Ferdinand Céline


Parece que cuando te haces mayor las amenazas aumentan. Tal vez por ser un objeto sensible de difamación. Donde la sociedad pueda verter su culpa por ser como es. Ayer estaba cansado, bastante, además. Era la tarde, acababa de escribir en la mañana lo que a mi juicio era un buen relato y lo pasé casi todo el día releyéndolo y dándole los últimos remaches. Lo había publicado en Facebook, donde también irá éste, y entonces me llegó la solicitud de una joven bastante bonita y desarrollada. Empezó a hablarme, pronto me pidió el WhatsApp y no tuve inconveniente en entregárselo. Me imaginaba por donde iría, y allí de las primeras cosas que hizo fue mandarme una estampa donde se la apreciaba muy bien. Yo me presenté, con mi nombre real. Y luego me dijo que le dijera mi nombre y apellidos reales, los segundos no se los di, pues no entendía para qué quería esa información. En la red todo suena muy fantasmal, no sabes muy bien a qué te estás enfrentando, pero yo no soy un hombre de echarme atrás y ella empezó con un ligero coqueteo. Hice un alto para cuestionar su mayoría de edad y el porqué me escribía con una cuenta de empresa. Total, pronto quedó patente que lo que quería de mí era una foto de mi pene. Y veréis amigos, me da igual si son 17 como si son 18 como si pasa los 20. Llevo viendo pornografía desde los 10 años, más o menos. Y un pene es un pene, aquí y en Paraguay, que es de donde era esta niña. Le dije, "te lo enseño si tú me enseñas antes", ella dijo, "no, muéstrame tú primero y luego yo te muestro". Así que allá fuimos, le hice una foto a mi fláccido miembro y se la mandé. Luego ella hizo lo propio y me mandó una foto totalmente sugerente en la que se le veían unas prominentes nalgas con un slip entre ellas. Podía ser realmente ella y podía no serlo, podía ser una muchacha traviesa que sólo tenía ganas de tontear sumida en el aburrimiento. Y podía ser también lo que fue, una trampa toca narices. Pero yo acepté su papel, si realmente se trataba de una joven iba a necesitar algo de sabiduría de cara al amor en su futura vida. Y le mandé la canción del Wonderwall de Oasis versioneada por mí en español con un mensaje adjunto que decía:


"Esta canción es para ti. No la olvides porque te puede servir para el futuro si algún día das con el chico adecuado al que entregar tu corazón y las cosas se complican. Un beso pequeña".


Ella reaccionó con corazones. Pero la realidad nunca suele ser tan idílica y esta mañana, bien entrada ya la mañana, me semi despierta una llamada internacional que silencio sin más. Al despertarme enteramente miro mi WhatsApp y veo que tengo unos diez mensajes. Al parecer he sido denunciado por algún tipo de acoso a una menor y quien me refiere dicha información es un número de la policía de Paraguay. Me muestra como prueba del delito la foto de mi pito y mi perfil en Facebook. Vuelve a llamarme dicho número, lo obvio, pero irritado y no con cierta congoja como estoy le contesto por escrito. Dice que puede ayudarme a limpiar mi imagen, que aún estamos a tiempo. Y me manda un par de audios donde me comunica que la chica era menor y su madre ha corrido a denunciarme ante ellos. Entonces me vuelve a llamar, aquí entonces se lo descuelgo por fin. Me quiere someter a una especie de interrogatorio por teléfono. Confieso que sí, le mandé un pito. Y entonces me suelta toda una perorata sobre que mi perfil ya está en todas las redes sociales y pronto darán parte a las autoridades internacionales; y así, para arreglar lo sucedido en el caso de que yo colabore, me pide mi nombre y apellidos completos. Ahí ya paso, irritado de verdad zanjo la conversación con un seco "no me interesa".


El incidente me ha alterado, pero a la vez, estimulado. Aunque tiemblo como es habitual, algo dentro de mí, tal vez la indignación, me ha espabilado de súbito. Me calzo antes de cepillarme los dientes, vestido ya estoy, así que cojo mi chaqueta y salgo con esa mosca detrás de la oreja hacia el chino del barrio a sacar tabaco y tomarme un café con leche. De pasada, mientras me acerco a la máquina y la china en este caso ya prepara mi bebida, echo un vistazo al televisor: Bombas y muertos en el telediario. Sí señores, le mandé un pito a una joven. Ahora por favor, arreglen el mundo y deténganme.


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