La adecuada

 

No aparece. Ni aparecerá. Y siento que cuanto más la busque, más se escabullirá. Y si no la busco, da igual. He lanzado todas mis putas bombas. En terreno desértico. Y para qué. Para acabar hospitalizado amor tras amor. Tengo un problema. Que no volverá a repetirse. Para mí esos dos términos van demasiado unidos. Amor y locura. Y locura y amor. Y locura, y locura, y locura. Esto espanta a muchas mujeres antes siquiera de conocerme. Pero la historia no es tan sencilla. Aquí está, el hombre que quería ser escritor. Escribiendo con un nudo en el cerebro. Hoy es día de rostros amargos en casa, de voces que llaman a la indiferencia. Ya me levanté jodido. Tardíamente. Con un mensaje de esa chica venezolana que conocí hace escasos cuatro días. Hoy, de alguna forma, he roto con ella. Me ha terminado resultando empalagosa. Decía de mí que me había convertido en alguien especial dentro de su vida. No lo entiendo. Quizá algunas mujeres andan más locas que yo. La verdad es que nos dejamos llevar. Acabamos teniendo sexo la primera noche de comunicación vía España-Venezuela. Cosa que ella se afanó en recalcar que era la primera vez que lo hacía. Está claro, soy un pervertido. La conduje con maniobras retóricas para acabar ofreciéndole una excepcional noche que al finalizar ella me agradeció sobremanera. Está claro, todos somos unos pervertidos. En cuanto nos tocan la campanita se nos activa el campanario y acabamos gozando como perros. Para luego, perdernos en remordimientos, en excusas y tribulaciones. Es igual, yo quiero a mi mujer. Esa que no sé cómo es. Esa que si me paro a imaginar veo de alguna determinada forma, pero sin rostro. Una mala pasada de la imaginación, lo sé. Pronto llegarán los 40 y ni cuando lo he tenido más a huevo he tenido valor, o quizá indiscreción, para dirigirme a una chica que visualmente me gustaba en el mundo real de ahí fuera. LIGAR. Eso, que a día de hoy, sigo sin saber lo que es. Ellas son las que escogen, y me parece que ninguna va a escoger a un pensionista medio loco al que en unos días le van a serrar la pierna. Porque mi operación al fin tiene fecha. Eso es lo bueno de todo esto, que ya voy a poder andar. Y quizás así, con mi porte elegante y desgarbado a partes iguales, pueda encontrarla a ella. O mejor dicho, que ella me encuentre: La adecuada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sin título

Hombre en precipicio

Amor a crédito