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Mostrando entradas de julio, 2024

Érase una vez

Un día normal amanecía en la clínica Santuario. La enfermera Susana se afanaba en preparar las dosis de medicamentos correspondientes a cada paciente en sus casilleros habituales. El sol ya brillaba más allá de los ventanales del lugar. Era un día fresco, aunque la tibieza del recinto impidiera disfrutar de ello. El amanecer en Santuario siempre era igual. Silencioso, hermético, gris. Juan fue el primero en levantarse. Iba sedado. Se acercó a la ventanilla, "buenos días", dijo en un balbuceo átono. "Buenos días, Juan. Qué madrugador... Aún no es el desayuno. Vuelve a la cama un ratito más", dijo Susana en un tono conciliador. "¿A qué hora es el desayuno?", preguntó Juan. "A las 9", respondió Susana. "¿Y qué hora es?", reincidió otra vez Juan. "Son las 7 y media todavía. Duerme un poco más, que tienes tiempo", decía Susana mientras se atareaba en su cometido. "¡Ahora ya no puedo dormir!", espetó Juan en una exclamació...

Mientras llega el amanecer

Cervantes escribió en una celda. Con su cirio. Al menos eso cuentan. Que era manco y esas cosas. Esto se ve romántico porque es Cervantes, y de ahí salió El Quijote. O al menos eso cuentan. Pero yo escribí en el manicomio un libro con ilustraciones y poemas y allí las enfermeras me miraban entre condescendientes y burlonas, "él se sienta ahí y escribe... eso hace", decían a los familiares ajenos que acudían. El resultado son solo unas cuantas hojas llenas de garabatos que solo para mí podrían tener el mínimo interés. Esto fue en mi segunda reclusión. La siguiente, pasados unos años, traté de hacer lo mismo, defenderme de todo aquello con un bic y un cacho de papel. Pero no funcionó. Aun así pude terminar una historieta un tanto extraña que había comenzado. Y la terminé de un modo completamente disparejo. Los psiquiátricos tenían eso. Te cambiaban por completo. Pero no en un sentido sanador. Simplemente uno caía en la cuenta de hasta dónde había llegado a parar. Que incluso po...